Desde El Megáfono. Barinas y la Hipertensión Vial.

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Desde El Megáfono.

 RAFAEL MITILO C.I. Nº V-8.142.199.-

            

Barinas y la Hipertensión Vial.

“El tipo único de calle que nos han legado los siglos, en otro tiempo acogía por igual a peatones y jinetes; a finales del siglo XVIII, el empleo generalizado de las carrozas provocó la creación de las aceras. En el siglo XX ha caído sobre ella, como un cataclismo, la masa de los vehículos mecánicos con sus inesperadas velocidades”.

Le Corbusier.

Principios de Urbanismo.-

 

         Las vías internas de la ciudad, se asemejan a las arterias grasosas de un cuerpo desordenado, hipertenso y en permanente estado de agitación pre-infartica. En él, la sangre ve obstruida la posibilidad de circular libremente. Lo que origina malestar y colapso en el resto del funcionamiento fisiológico del enfermo. Ansiedad, cansancio, mal humor, son -entre otras- las manifestaciones externas y sus consecuencias, de una circulación sin fluidez natural. Contradictoria. Nudosa en puntos críticos. Así es el tránsito en ésta improvisada ciudad.

         Improvisada, porque no es secreto que el crecimiento experimentado a lo largo de los últimos treinta años, ha sido el fruto espontaneo de desplazamientos poblacionales, caracterizados por el número, más que por la calidad. Es decir, la gente -ante la ausencia de políticas coordinadas de prestación de servicios- ha recurrido a la auto-construcción, lo que ordinariamente, no cuenta con planificación urbana de ningún tipo. La población creció, sin que a la par de ése previsible elemento, se tomaran, las igualmente previsibles medidas de prevención. Más gente, sobre las mismas aceras de hace treinta años. Más carros sobre las mismas calles y avenidas de hace treinta años.

         Ahora bien, sobre la base de una realidad tangible, como es el pésimo estado de la circulación vial, se hace necesario incluir otros elementos, que si bien es cierto presentan soluciones menos complejas, como es el caso de huecos y rayado, no es menos cierto que, la inoperancia permanente en la atención a dicha problemática, agrava las causas ulteriores o de fondo de nuestra crisis vial. El buen estado del asfalto o concreto, sobre el que transitan los vehículos, indudablemente conlleva a mejorar los traumas de la circulación. Pero ocurre que, más allá de huecos, rayado y semáforos excesivos, está presente la imposibilidad de desplazamiento satisfactorio, para vehículos y peatones, en razón de la errónea estructura del diseño circulatorio; esto es, calles paralelas que siguen un mismo sentido como por ejemplo: la calle Camejo y la calle Carvajal, por no mencionar otras de igual atrocidad. Esta imposición, genera colapso en el centro de la ciudad, ante la imposibilidad de conducir haciendo los cruces inmediatos entre una calle y otra, en torno a de la manzana, lo que comúnmente se denomina “dar la vuelta a la manzana”, eso, en Barinas, no es posible.

         Pero lo que realmente genera el caos, además de lo expresado, al menos en el centro, es la desproporcionada cantidad de vehículos circulando sobre, y, entre calles estrechas y repletas de obstáculos. No hay estacionamientos, el rayado amarillo parece trazado a capricho, además de que no se le respeta. No existe control serio de la clasificación vehicular en esa área: cualquier gandola o camión de carga, a cualquier hora transita por esas angostas calles. Peatones, obligados a caminar sobre la calle, ante el arrebato irresponsable de su vía natural; las aceras, vendedores ambulantes abandonados a su suerte, sin que se le construya en forma responsable y definitiva un centro para sus negocios, al cual se le dote de atractivos para la clientela y no desiertos apartados que les condene a la quiebra. En fin, el centro colapsa más por falta de autoridad, que por causas estructurales, allí impera la anarquía. Sobran funcionarios, pero falta el cumplimiento de su función.

         Sin embargo, circular ante tan mala planificación, genera las ya resignadas colas a las que diariamente nos exponemos. Se modifican avenidas, devastando áreas verdes sin ningún tipo de justificación. Se construyeron sobre tales reformas, direcciones viales, tan descabelladas que un vehículo, al impulso del semáforo, debe cuidarse al extremo, de no colisionar con otro en razón del embudo que le espera más adelante ejemplo:

         -Avenida Adonay Parra Jiménez a la altura del semáforo que hace intersección con la avenida Orlando Araujo, esto en ambos sentidos.

         -No se delimitaron con precisión los canales de cruce, lo que genera que conductores irresponsables, utilizando el canal -supuestamente de cruce- en lugar de hacerlo, avancen obligando al conductor del canal paralelo a frenar o hacerse a un lado para no provocar el choque. Por que además, de no hacerlo, coloca al que debió cruzar -y no lo hizo- en el canal frontal de circulación en contrasentido. Esto, es a todas luces un error de ingeniería vial.

         -Cruce entre avenidas Adonay Parra Jiménez, Agustín Codazzi y Sucre. Lo que allí ocurre es una aberración, sólo explicable a los ojos de la anarquía. Quien no es de la ciudad y desea cruzar desde el sur hacia el aeropuerto -en ese punto- corre el riesgo de provocar una tragedia, pues nada le indica que no puede hacerlo. Mantuvieron ambos canales, pero le dieron un mismo sentido, esto viola las normas elementales de circulación vial, pues éstas han de estar diseñadas de manera tal, que hasta quien no sea de la ciudad, o no sepa leer, o sea discapacitado, transite sin sufrir, o, convertirse en un peligro para la vida y el tránsito.

         En resumen, las arterias viales están diseñadas para obstruir y colisionar, no para la fluidez. Si la infraestructura en vialidad, es armoniosa con las reglas de circulación, más un esquema de educación vial adecuado y eficaz, tendremos una ciudad menos violenta y descongestionada. Sólo la planificación es capaz de lograrlo, pero ello requiere inversión en la gente y tiempo, cosa que la política no entiende.

         Redomas y elevados, ayudan ya que en puntos críticos cómo Adonay Parra y Guaicapuro, predomina el caos como consecuencia de un funcionamiento vial inadecuado. Redoma en lugar de semáforo: Adonay Parra-Nueva Torunos (hacia Juan Pablo) lo que allí ocurre, representa el mayor exabrupto que la paciencia colectiva deba soportar.

         En resumen, es necesario y urgente construir elevados y redomas. Rediseñar la Agustín Codazzi desde el aeropuerto hasta la “calle del hambre”, de tal forma que garantice fluidez y seguridad a peatones y conductores. Reforzar el rayado hasta hacerlo visible, útil y práctico, no es rayar por rayar. Modificar y concienciar sobre las paradas y su ubicación. Optimizar los semáforos. Crear estacionamientos. Corregir la uniformidad circulatoria en el sentido de calles paralelas. Podar con sentido practico y criterio vial, arboles, arbustos etc., que circundan semáforos y cruces; la luz del semáforo, en ocasiones, parece el fruto de un árbol. Controlar el contacto de arboles con líneas eléctricas. Educar al peatón y al conductor acerca de velocidad, transitabilidad y contaminación. Prohibir y retirar avisos publicitarios en intersecciones donde dificultan la visibilidad del conductor. En fin, echar mano de la educación vial y al mismo tiempo, de su ingeniería. Evitemos, la politización de aquellos asuntos de interés colectivo. La vialidad no es un lujo, es una necesidad de carácter prioritario, razón por la cual, debe ser fluida y agradable, no causa agresiones, riñas y tragedias.

         Una dieta rica en calorías, más la practica permanente de ejercicios, mejora en el hombre la circulación, lo que se traduce en felicidad y salud, así -de igual modo- ocurre en materia de vialidad ciudadana. Evitemos el infarto. corporaciónjuridica_ca@hotmail.com.

 

RAFAEL MITILO;

C.I. Nº V-8.142.199.-

            

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