Desde El
Megáfono.
Barinas y la
Hipertensión Vial.
“El tipo único de calle que nos han legado los siglos, en
otro tiempo acogía por igual a peatones y jinetes; a finales del siglo XVIII,
el empleo generalizado de las carrozas provocó la creación de las aceras. En el
siglo XX ha caído sobre ella, como un cataclismo, la masa de los vehículos
mecánicos con sus inesperadas velocidades”.
Le Corbusier.
Principios de
Urbanismo.-
Las vías internas de la ciudad, se asemejan
a las arterias grasosas de un cuerpo desordenado, hipertenso y en permanente
estado de agitación pre-infartica. En él, la sangre ve obstruida la posibilidad
de circular libremente. Lo que origina malestar y colapso en el resto del
funcionamiento fisiológico del enfermo. Ansiedad, cansancio, mal humor, son
-entre otras- las manifestaciones externas y sus consecuencias, de una
circulación sin fluidez natural. Contradictoria. Nudosa en puntos
críticos. Así es el tránsito en ésta improvisada ciudad.
Improvisada, porque no es secreto que el
crecimiento experimentado a lo largo de los últimos treinta años, ha sido el
fruto espontaneo de desplazamientos poblacionales, caracterizados por el número,
más que por la calidad. Es decir, la gente -ante la ausencia de políticas
coordinadas de prestación de servicios- ha recurrido a la auto-construcción, lo
que ordinariamente, no cuenta con planificación urbana de ningún tipo.
La población creció, sin que a la par de ése previsible elemento, se tomaran,
las igualmente previsibles medidas de prevención. Más gente, sobre las mismas
aceras de hace treinta años. Más carros sobre las mismas calles y avenidas de
hace treinta años.
Ahora bien, sobre la base de una realidad
tangible, como es el pésimo estado de la circulación vial, se hace necesario
incluir otros elementos, que si bien es cierto presentan soluciones menos
complejas, como es el caso de huecos y rayado, no es menos cierto que, la
inoperancia permanente en la atención a dicha problemática, agrava las causas
ulteriores o de fondo de nuestra crisis vial. El buen estado del asfalto o
concreto, sobre el que transitan los vehículos, indudablemente conlleva a
mejorar los traumas de la circulación. Pero ocurre que, más allá de
huecos, rayado y semáforos excesivos, está presente la imposibilidad de
desplazamiento satisfactorio, para vehículos y peatones, en razón de la errónea
estructura del diseño circulatorio; esto es, calles paralelas que siguen un
mismo sentido como por ejemplo: la calle Camejo y la calle Carvajal, por no
mencionar otras de igual atrocidad. Esta imposición, genera colapso en el
centro de la ciudad, ante la imposibilidad de conducir haciendo los cruces
inmediatos entre una calle y otra, en torno a de la manzana, lo que comúnmente
se denomina “dar la vuelta a la manzana”, eso, en Barinas, no es posible.
Pero lo que realmente genera el caos, además
de lo expresado, al menos en el centro, es la desproporcionada cantidad de
vehículos circulando sobre, y, entre calles estrechas y repletas de obstáculos.
No hay estacionamientos, el rayado amarillo parece trazado a capricho, además
de que no se le respeta. No existe control serio de la clasificación
vehicular en esa área: cualquier gandola o camión de carga, a cualquier hora transita
por esas angostas calles. Peatones, obligados a caminar sobre la calle, ante el
arrebato irresponsable de su vía natural; las aceras, vendedores ambulantes
abandonados a su suerte, sin que se le construya en forma responsable y
definitiva un centro para sus negocios, al cual se le dote de atractivos para
la clientela y no desiertos apartados que les condene a la quiebra. En
fin, el centro colapsa más por falta de autoridad, que por causas
estructurales, allí impera la anarquía. Sobran funcionarios, pero falta el
cumplimiento de su función.
Sin embargo, circular ante tan mala planificación,
genera las ya resignadas colas a las que diariamente nos exponemos. Se
modifican avenidas, devastando áreas verdes sin ningún tipo de justificación.
Se construyeron sobre tales reformas, direcciones viales, tan descabelladas que
un vehículo, al impulso del semáforo, debe cuidarse al extremo, de no
colisionar con otro en razón del embudo que le espera más adelante ejemplo:
-Avenida Adonay Parra Jiménez a la altura del
semáforo que hace intersección con la avenida Orlando Araujo, esto en ambos sentidos.
-No se delimitaron con precisión los
canales de cruce, lo que genera que conductores irresponsables, utilizando el
canal -supuestamente de cruce- en lugar de hacerlo, avancen obligando al
conductor del canal paralelo a frenar o hacerse a un lado para no provocar el
choque. Por que además, de no hacerlo, coloca al que debió cruzar -y no lo
hizo- en el canal frontal de circulación en contrasentido. Esto, es a todas
luces un error de ingeniería vial.
-Cruce entre avenidas Adonay Parra
Jiménez, Agustín Codazzi y Sucre. Lo que allí ocurre es una aberración, sólo
explicable a los ojos de la anarquía. Quien no es de la ciudad y desea cruzar
desde el sur hacia el aeropuerto -en ese punto- corre el riesgo de provocar una
tragedia, pues nada le indica que no puede hacerlo. Mantuvieron ambos canales,
pero le dieron un mismo sentido, esto viola las normas elementales de
circulación vial, pues éstas han de estar diseñadas de manera tal, que hasta
quien no sea de la ciudad, o no sepa leer, o sea discapacitado, transite sin
sufrir, o, convertirse en un peligro para la vida y el tránsito.
En resumen, las arterias viales están
diseñadas para obstruir y colisionar, no para la fluidez. Si la infraestructura
en vialidad, es armoniosa con las reglas de circulación, más un esquema de
educación vial adecuado y eficaz, tendremos una ciudad menos violenta y
descongestionada. Sólo la planificación es capaz de lograrlo, pero ello requiere
inversión en la gente y tiempo, cosa que la política no entiende.
Redomas y elevados, ayudan ya que en
puntos críticos cómo Adonay Parra y Guaicapuro, predomina el caos como
consecuencia de un funcionamiento vial inadecuado. Redoma en lugar de semáforo:
Adonay Parra-Nueva Torunos (hacia Juan Pablo) lo que allí ocurre, representa el
mayor exabrupto que la paciencia colectiva deba soportar.
En resumen, es necesario y urgente construir
elevados y redomas. Rediseñar la Agustín Codazzi desde el
aeropuerto hasta la “calle del hambre”, de tal forma que garantice fluidez y
seguridad a peatones y conductores. Reforzar el rayado hasta hacerlo visible,
útil y práctico, no es rayar por rayar. Modificar y concienciar sobre las
paradas y su ubicación. Optimizar los semáforos. Crear estacionamientos.
Corregir la uniformidad circulatoria en el sentido de calles paralelas. Podar
con sentido practico y criterio vial, arboles, arbustos etc., que circundan
semáforos y cruces; la luz del semáforo, en ocasiones, parece el fruto de un
árbol. Controlar el contacto de arboles con líneas eléctricas. Educar al peatón
y al conductor acerca de velocidad, transitabilidad y contaminación. Prohibir y
retirar avisos publicitarios en intersecciones donde dificultan la visibilidad
del conductor. En fin, echar mano de la educación vial y al mismo
tiempo, de su ingeniería. Evitemos, la politización de aquellos asuntos de
interés colectivo. La vialidad no es un lujo, es una necesidad de carácter prioritario,
razón por la cual, debe ser fluida y agradable, no causa agresiones, riñas y
tragedias.
Una dieta
rica en calorías, más la practica permanente de ejercicios, mejora en el hombre
la circulación, lo que se traduce en felicidad y salud, así -de igual modo-
ocurre en materia de vialidad ciudadana. Evitemos el infarto. corporaciónjuridica_ca@hotmail.com.
RAFAEL MITILO;
C.I. Nº V-8.142.199.-