Recesión en el 2023, el nuevo fantasma que asusta al mundo
En los últimos diez días, la libra esterlina llegó a valer solo 1,03 dólares. Y en la versión colombiana de la historia, el viernes el dólar se llegó a negociar a 4.610 pesos, su segundo precio más alto de la historia. La Bolsa de Nueva York perdió 2,9% esta semana, y en la traducción colombiana, la acción de Ecopetrol llegó a estar por debajo de los 2.000 pesos por primera vez en el año. El petróleo ha venido bajando en el mundo, lo que en Colombia significa que se recibirán menos ingresos del producto que hoy representa el 31% del valor total de las exportaciones del país.
Estos fueron los indicios experimentados durante los últimos días de un creciente malestar económico del mundo, con sus respectivas versiones en el país.
Son pues los síntomas más recientes de un itinerario que el mundo viene transitando desde comienzos del 2020: el covid-19 trajo duras medidas de bioseguridad; estas generaron trancones en los puertos y escasez de contenedores disponibles. Vino, entonces, la carencia de suministros como chips, insumos, materias primas… Y los precios de casi todo, en casi todas partes, comenzaron a subir.
Y cuando el mundo creía que recuperaba el terreno perdido –sin haber superado esas secuelas del covid-19– Rusia invadió a Ucrania. A todo lo anterior, entonces, se le sumó una mayor escasez de productos en los que los dos países son líderes: gas natural, granos como el trigo y fertilizantes para producir comida. Los precios de casi todo, en casi todas partes, aceleraron sus alzas.
“Bajo las políticas actuales, la producción global de energía puede tomarse años para diversificarse más allá de Rusia, lo que extiende el riesgo de estanflación”, dijo este miércoles el presidente del Banco Mundial, David Malpass, en un discurso en la Universidad de Stanford previo a las reuniones conjuntas con el Fondo Monetario Internacional que comienzan el 10 de octubre.
Al hablar de estanflación, se refiere a una combinación poco común de alta inflación con estancamiento de la producción.
Malpass agregó que, con el bajo suministro y encarecimiento del gas natural, se está aplazando el cierre de las termoeléctricas movidas por carbón en el mundo y se ha incrementado la minería de carbón.
El pánico en todo el mundo por las peores inflaciones vistas en décadas llevó a los bancos que emiten las monedas en numerosos países a subir sus tasas de interés. La lógica es que si los intereses son más altos, disminuyen las compras a crédito y las inversiones financiadas con préstamos, y la inflación debería ceder.
Pero, también, si efectivamente se consume y se invierte menos, es de esperarse que la actividad y la producción económica bajen, que es lo que llaman una ‘recesión’. Aquí, entonces, aparece ya la palabra más temida de los meses más recientes. Temida porque significa, sencillamente, menos producción, por lo tanto menos trabajo y, en consecuencia, familias con menos ingresos para satisfacer sus necesidades.
El presidente del Banco Mundial recuerda que los diferentes efectos negativos de la pandemia y ahora la guerra en Europa Oriental están enmarcados en una crisis más amplia: “La crisis climática, causada por la emisión de gases de efecto invernadero, continúa implacable. Los desastres naturales relacionados con el clima están impactando la producción de la agricultura, los medios de subsistencia de la gente en los sectores de la economía, y la migración”.
Crisis de muchas capas
En el reciente informe del mundo de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), esa agencia mencionaba entre los componentes de la multicrisis actual la polarización, la desconfianza hasta con los vecinos y la crisis de salud mental, además de las secuelas del covid-19, la guerra, el desabastecimiento alimentario, la crisis energética y la inflación.
Sara Ferrer Olivella, representante del Pnud en Colombia, le decía a EL TIEMPO que “cuando las personas se ven en estas situaciones de desesperanza se ponen en los extremos y las opciones del medio ya no sirven… No hay puntos de encuentro para buscar y trabajar juntos. Esta polarización está alimentada por una desinformación que no permite a la gente en su actuar tener más criterio”.
Recesión al acecho
De la crisis múltiple se estaría pasando a una recesión global, como se pronostica desde diferentes frentes para el año entrante, pero ya hay hechos concretos: en Estados Unidos salió el cálculo definitivo del producto interno bruto (PIB) del segundo trimestre y, si había dudas, se confirma que esa economía completa dos trimestres reduciendo su actividad.
En el primer trimestre del año, Estados Unidos produjo 0,4% menos que un trimestre atrás. Y en el segundo trimestre hubo una reducción de 0,1%.
En la Unión Europea también sienten que sus economías pueden caer, en particular, porque el gas que necesitan para mover la producción se encarece o, simplemente, no llega a causa del conflicto en Ucrania. En Alemania, los cuatro principales centros de estudios –el Ifo de Múnich, el RNW de Essen, el IfW de Kiel y el IWH de Halle– presentaron este jueves informes que pronostican una caída del PIB de 0,4% en el 2023, precipitada por el drástico aumento de los precios de la energía.
En el Reino Unido, la libra llegó a caer a un dólar con tres centavos, su nivel mínimo desde 1971. La razón, el anuncio del Gobierno de voluminosas ayudas para pagar cuentas de energía y fuertes reducciones de impuestos que podrían costar hasta 200.000 millones de libras (212.000 millones de dólares). Ante esos anuncios mal recibidos, la primera ministra, Liz Truss, defendió las decisiones diciéndole a la BBC: “Teníamos que tomar medidas urgentes para que nuestra economía crezca, para que Gran Bretaña avance y también para hacer frente a la inflación… eso significa tomar decisiones controvertidas y difíciles, pero estoy preparada para hacerlo como primera ministra”.
Habrá a quienes la parálisis y encierros por la pandemia les parecerán ya lejanos, pero hace apenas cinco meses China ordenó cierres por rebrotes de covid-19, que incluyeron a la gigante ciudad de Shanghái. Así, en el segundo trimestre de este año, China solo creció 0,4%frente al mismo trimestre del 2021 y, en comparación con el trimestre inmediatamente anterior, cayó 2,6%.
Con ese panorama en las mayores economías, se prevé que una producción a la baja necesitará menos energía, lo que significa menores precios del petróleo y, para Colombia, menores ingresos, pues es su mayor producto de exportación. El Banco de la República ya pronostica un bajo crecimiento del país el año entrante, de 0,7%, que, en otras palabras, significaría una caída de la producción por habitante, que en los últimos 23 años solo ha ocurrido dos veces: en 1999, en la crisis del Upac, y en 2020, con la crisis de la pandemia.
El martes, al instalar el foro público anual de la Organización Mundial de Comercio (OMC), la directora general de esa institución, Ngozi Okonjo-Iweala, aseguró que “la recesión está llegando, los indicadores no son positivos en un momento en el que tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional han actualizado a la baja sus previsiones de crecimiento”.
Entonces ¿qué hacer? Las respuestas pueden sonar etéreas: “Estamos al borde de una recesión global, pero al mismo tiempo tenemos que pensar en la recuperación, en regresar al crecimiento… no podemos seguir como si nada, tenemos que pensar ideas nuevas”, dijo Okonjo-Iweala.
Por su parte, Malpass concluyó que “apaciguar esta tormenta perfecta y deshacer los recientes retrocesos en el desarrollo requieren nuevos senderos macro y microeconómicos tanto en países avanzados como en desarrollo”.
A su turno, el economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, William Maloney, le decía a este diario que se necesita una agenda de largo plazo. “Si me preguntas qué hacer en el 2023 para que no caiga demasiado la economía, no tengo respuesta alguna. Ese pensamiento de corto plazo no nos sirve”.
Y la representante del Pnud apuntaba, por su lado, que su institución “plantea esta incertidumbre, esta transformación, como una oportunidad: qué otras cosas uno podría hacer; cómo podríamos repensar este sistema para abordar estos nuevos desafíos”.
Sin embargo, Malpass dio en Stanford puntadas más concretas: primero, que gobiernos e inversionistas privados anuncien oferta futura; segundo, que las economías avanzadas bajen el gasto público actual y lo centren en los pobres y vulnerables, y tercero, reducir el vencimiento de bonos de los bancos centrales dando una señal de que los recursos se pueden ir, por ejemplo, a las empresas más pequeñas para aumentar la producción.
Una cosa es clara: quedarse paralizado sería, sin duda, la peor respuesta.
Países en desarrollo, en la mitad de todos los problemas
“Los bancos centrales de países en desarrollo han tenido que subir las tasas de interés, y sus sectores privados estarán afrontando costos más altos de los préstamos”, advierte el presidente del Banco Mundial (BM), David Malpass, sintetizando de esta forma el efecto indeseado de subir las tasas de interés para contener la elevada inflación.
“Ese efecto –dice el líder del BM– es ampliado en la medida en que de la búsqueda de rentabilidad se pasa a una búsqueda de seguridad, acelerando la fuga de capitales y la depreciación de las monedas”.
En suma, Malpass dice que “el mundo en desarrollo está encarando una perspectiva de corto plazo extremadamente retadora, moldeada por precios de alimentos, fertilizantes y energía mucho más altos, tasas y diferenciales de intereses aumentando, depreciación de las monedas y fugas de capitales”.
Los países en desarrollo, agrega, “están en la mitad de uno de los episodios de mayor sincronización internacional de apretón fiscal y monetario en las cinco décadas pasadas. Los bancos centrales de los países en desarrollo ya encaran serios dilemas macroeconómicos”.